La casona es estilo criollo con reminiscencias coloniales. Las habitaciones amplias se ubican sobre una galería desde la cual se observa el jardín diseñado con una variedad importante de flores, plantas y especies arbóreas, que cambia la rutina visual propia de las altas cumbres. Un arroyo cruza y bordea la estancia.
El sonido de este curso de agua de vertiente, la esmerada atención y la delicada gastronomía familiar hacen a las delicias de los huéspedes y resultan determinante en su descanso. Porque en Niña Paula es posible concretar lo que actualmente la mayoría de los viajeros busca: olvidarse de las abrumadoras obligaciones cotidianas y de las noticias que inquietan. Y esto se logra porque los urbanos celulares no tienen señal en las cercanías de la casona. Es necesario ir allende la ruta, unos metros antes de la tranquera para volver a tener conexión con la civilización.
La ocupación del tiempo en Niña Paula tiene otras motivaciones. Se toma un tranquilo desayuno con mermeladas caseras de higos, naranja o moras, o un té con tartas y confituras de esmerada factura. O pasa por bañarse y tomar sol en el arroyo de agua transparente y degustar los platos que diariamente se preparan con el concurso de los productos de la huerta y granja propia.
El paisaje propiamente es de campo y las jornadas invitan a dar paseos por la escarpada geografía del lugar. A toda hora, el solar es marcadamente más fresco que en las localidades cercanas.